martes, 26 de enero de 2010

Consumir aceite de oliva mejora la salud de pacientes con hipertensión

Según un estudio del Instituto de la grasa, la dieta mediterránea suplementada con aceite de oliva virgen o frutos secos mejora la salud de pacientes con hipertensión. Consumir aceite devuelve a parámetros normales la estructura de los glóbulos rojos
Investigadores de toda España estudian el efecto beneficioso de la dieta mediterránea, suplementada con aceite de oliva virgen o frutos secos, sobre pacientes con riesgo de sufrir problemas cardiovasculares.
Los últimos resultados, publicados recientemente en la prestigiosa revista Hypertension en el marco del proyecto PREDIMED, muestran a nivel molecular cómo en personas con hipertensión el consumo de aceite de oliva devuelve a parámetros normales la estructura de los glóbulos rojos, alterada en estos pacientes.
“Que la comida sea tu alimento y que el alimento sea tu medicina”. Así de simple y contundente se refería hace siglos Hipócrates a la importancia que tiene sobre la salud una buena dieta. Desde entonces muchas han sido las fórmulas que se han planteado, algunas de ellas en ocasiones contradictorias, llegando hasta lo que hoy se etiqueta como funcional. Bajo este nombre se agrupan aquellos productos con valor nutricional y que, además, cuentan con propiedades beneficiosas para el organismo científicamente demostradas.
La soja o el omega-3 están disponibles en los lineales del supermercado en casi cualquier tipo de artículo. Con ellos compite una nueva gama de alimentos enriquecidos con bacterias y que anuncian ser la solución para el colesterol o para reforzar las defensas. Todo esto colabora para que los hábitos de consumo cambien en la población, provocando de alguna forma que se dejen de lado productos que la cultura gastronómica de cada zona ha ido agrupando con el paso del tiempo.
Las legumbres, los cereales o el aceite de oliva han estado ligados tradicionalmente a la dieta de la población mediterránea. Sus beneficios para la salud se han pregonado durante la última década. Sin embargo, aunque existen estudios que respaldan esta afirmación, hasta ahora no se había
realizado ningún ensayo clínico aleatorizado de cara a valorar los efectos de esta peculiar dieta en la prevención primaria de la enfermedades cardiovasculares, y cuyos resultados permitan efectuar recomendaciones a la sociedad con el máximo rigor científico.
Es por ello que en 2003 se puso en marcha PREDIMED, un proyecto coordinado por Ramón Estruch (Hospital Clínico, Universidad de Barcelona) en el que participan más de 350 expertos pertenecientes a 19 grupos de investigación de toda España, y que abarca más de 7.500 pacientes con alto riesgo cardiovascular. Un gran esfuerzo científico que tiene como objetivo principal el averiguar si la dieta mediterránea, suplementada con aceite de oliva virgen extra o frutos secos, evita la aparición de este padecimiento en comparación con una dieta baja en grasa.
“En nuestro trabajo estamos valorando la intervención dietética durante cinco años sobre los eventos primarios en los problemas cardiovasculares, como son la muerte por esta causa, el infarto agudo de miocardio, la angina estable, la angioplastia, el paro cardíaco y el accidente vascular”, señala Valentina Ruiz Gutiérrez. Esta investigadora del Instituto de la Grasa (CSIC) lidera desde Sevilla una de las líneas de investigación de PREDIMED dedicada exclusivamente a demostrar los beneficios que aporta el aceite de oliva virgen extra a la prevención de estas cuestiones. Algo que, según los resultados obtenidos hasta ahora, está consiguiendo.
La mediterránea, la mejor
En 2006, una publicación en la revista Annals of Internal Medicine ponía sobre la mesa cómo la dieta mediterránea propuesta por el proyecto tenía mejores resultados que la baja en grasas, recomendada actualmente para pacientes con riesgo cardiovascular. Estas conclusiones preliminares apuntaban que una dieta suplementada con un mínimo de 50 gramos (tres cucharas soperas) de aceite de oliva o 30 gramos de frutos secos, no sólo no provocaba variación del peso corporal sino que a la vez reducía de manera significativa la presión arterial y la resistencia a la insulina de los pacientes, además de la concentración en sangre de los marcadores de inflamación vascular relacionados con la arterioesclerosis.

“Esta publicación responde a un primer estudio piloto elaborado durante tres meses con 772 participantes, para ver si se había planteado bien el trabajo o si

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